Los perros en el antiguo egipto
De todos es conocido el amor hacia los animales que se tenía en el antiguo Egipto, entre ellos a los perros.
Abundan
las pinturas en nichos funerarios, obras de arte y escritos que revelan
como la gente, en todos los estratos sociales protegían y amaban a los
perros, a los que consideraban como uno más de la familia.
De las tumbas de
Maihergei, en el Valle de los Reyes,
se desenterraron collares caninos de cuero pintados de rosa, verde y
blanco, con apliques metálicos en forma de caballos saltando (los
podreis ver en el Museo del Cairo, donde están expuestas).
“Grandes honores fueron rendidos al perro”, escribió
Plutarco
(biógrafo y filósofo griego 46-120 a.C) quien atestiguó que la muerte
de una mascota producía una gran aflicción. “Los componentes de la
familia se afeitaban el cuerpo y la cabeza para así poder calmar su
pena”.
Los preparativos por la muerte del perro eran muy similares a las
muertes de los humanos. En las clases adineradas, la pompa era mayor.
Un papiro del Imperio Antiguo (2680-2180 a.C) hace
constar que un perro llamado Abutin (que
significa orejas en punta) fue muy querido por su dueño el faraón, el
cual ordenó a la muerte del animal que su sarcófago pasara a formar
parte del tesoro real, lo embalsamaran y que lo inhumaran con incienso
para llevarlo posteriormente al sepulcro para honrarlo como si de un
noble de la corte se tratara.
La vida de las mascotas por aquellas épocas estaban llenas de atenciones
y cuidados, recibían la mejor alimentación, eran bañados y cepillados y
tenían nombres cariñosos que incluían el vocablo
abu (reverenciado, amado, padre), ubis (protector) o hhi (mío).
Los arqueólogos han traducido casi
ochenta nombres de
perros. Algunos son un rasgo representativo de la personalidad del
animal o se refieren al trabajo que desempeñaban o al talento que
poseían, como fiel, buen pastor… Otros a sus características físicas o
pelaje y los perros de guerra solían tener por nombre un número,
el Segundo, el Tercero… pero si se distinguían en la batalla por su
osadía y valor se les agregaba un apodo después del nombre, Segundo
Valeroso, a modo de ejemplo.
También había nombres sarcásticos y con cierta gracia, como loco, perezoso…
Pero no todo era idílico en esta tierra de faraones, había perros a los
que se despreciaba, por ese sometimiento y docilidad característica de
la especie.
Las calles de
Luxor o Memphis, atestadas de basura por las que los perros callejeros o perdidos deambulaban en busca de comida. Las leyes impedían molestar
a los mendigos a los perros y a los gatos. Con tanta protección y falta
de higiene os podéis imaginar las jaurías que circulaban por estas
urbes. Lo que precipitó que la rabia llegara
al “Imperio” pero lejos de amedrentar al pueblo, paradójicamente, los
usaron como guardianes. Los tuvo la policía del mercado, nobles, en los
templos…
Figuras y murales dan cuenta de las razas caninas de aquel entonces, no
sólo de las foráneas sino también de las importadas. Algunos sepulcros
tienen en sus pinturas al faraonhound o el dálmata, que en su momento
fueron los predilectos de la nobleza egipcia.
Papiros y bajo-relieves nos dan información de tres tipos de
lebreles, como el galgo español, el galgo italiano miniatura o afgano.
Razas y cuidados.
Se criaban en patios construidos de adobe y pegado a la casa, e
l
cuidado y entrenamiento de los perros era asignado a personas
especializadas en este oficio, que como parece ser incluso tenían organización sindical.
En esta época también había campos de recreo para los perros, donde sus
adiestradores los soltaban con el fin de que en sus juegos,
buscaran y cobraran cebos de cuero de conejo o antílope.
Todo aparece fielmente representado en frescos funerarios hallados en
Circa (como
se llamaba antiguamente a Alejandría) sobre el año 2000 a.C en el que
se pueden ver una jauría de lebreles cazando muy parecidos al Greyhound
actual.
Inventarios de excavaciones arqueológicas incluyen datos y piezas óseas
de perros que fueron en su día regalos de las regiones próximas como
Libia y Nubia, como deferencia a su faraón.
Un texto nos dice que el faraón Inteff II (2180 a.C) tenía en su poder
una jauría de perros pequeños llegados de distintos países.
Por el 1600 a.C entran en escena los molosos para uso bélico y guardia.
Por la fecha, todo indica que estos perros fueron traídos por los
Hyksos, ya que estos invadieron Egipto, precisamente en esta franja histórica.
Esta
civilización invasora disponía de un armamento mucho más avanzado como
caballos y perros pesados y musculosos. Pinturas mortuorias y
altorrelieves muestran unos perros muy parecidos al actual mastín y hay documentos que acreditan que se los incorporó al ejército como perros de ataque.
Al igual que los Etruscos
se los llevaba con un collar
de estrangulamiento, pero en templos y palacios al igual que en las
contiendas se les ponía un collar de pinchos (en Roma y Pompeya llamados
colleras de pugna o carlancas) conjuntamente con lomeras en forma
aserrada y casquetes que los protegían de las lanzas del contrincante.
Como los perros de caza los militares vivían en recintos cerrados atados
con correas cortas para hacerlos más feroces. Sólo los adiestradores
podían cuidarlos y alimentarlos.
Su dieta estaba compuesta principalmente por
carne de ciervo o león y existían cazadores especializados
en este tipo de cacería cuyo único fin era la alimentación de estos
canes, tanto cuidado estaba de sobra correspondido ya que en las guerras
con cruentas batallas atacaban con ferocidad a hombres, caballos,
soldados de a pie…lo que se les pusiera por delante ayudando
sobradamente a diezmar las filas del enemigo.
En cuanto a la cría de razas no sería extraño que siendo de lo más normal en la sociedad egipcia los
emparejamientos con grado de consaguinidad, no hicieran lo mismo con los perros.
Los papiros de medicina que han llegado hasta nuestros
días no dicen que tuvieran conocimientos de genética, aunque en verdad
en este campo (la medicina), sí estaban muy por delante de sociedades
coetáneas, por lo que descartamos las selecciones físicas, color de
pelo…
Muchos cinólogos afirman que el
Ibizan Hound, el Greyhound, Saluki… son descendientes de antiguos perros egipcios.
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