Las células metabolizan la glucosa
para convertirla en una forma de energía útil; por ello el organismo
necesita recibir glucosa (a través de los alimentos), absorberla
(durante la digestión) para que circule en la sangre y se distribuya por todo el
cuerpo, y que finalmente, de la sangre entre al interior de las células
para que pueda ser utilizada. Esto último sólo ocurre bajo los efectos
de la insulina, una hormona secretada por el páncreas.
En la Diebetes Miellitus el páncreas no produce, o produce muy poca insulina (DM Tipo I) o las células del cuerpo no responden normalmente a la insulina que se produce (DM Tipo II).
Esto evita o dificulta la entrada de glucosa en la célula, aumentando sus niveles en la sangre (hiperglucemia). La hiperglucemia crónica que se produce en la diabetes tiene un efecto tóxico que deteriora los diferentes órganos y sistemas y puede llevar al coma y la muerte.
Actualmente no hay criterios internacionalmente aceptados para la clasificación de la diabetes canina. Pero si usáramos la clasificación usada para los humanos el 50% de los perros diabéticos serían clasificados dentro del grupo de la diabetes de tipo 1. El resto, probablemente tienen otros tipos específicos de diabetes derivadas de la alteración pancreática.
Diabetes de Tipo 1. Se caracteriza por la destrucción de las células B del páncreas que lleva a una deficiencia absoluta de insulina. Se cree que hay una predisposición genética a este tipo de diabetes, pero existen varios factores ambientales que podrían actuar como factores desencadenantes de una respuesta autoinmune frente a las células B. No se ha estudiado en los perros la velocidad de progresión hacia la deficiencia absoluta de insulina, pero los factores epidemiológicos son muy parecidos a este tipo de diabetes en el hombre.
El 28% de los perros desarrollan la diabetes por un daño pancreático importante, debido probablemente a una pancreatitis crónica. El vínculo entre diabetes canina y pancreatitis merece especial atención ya que la reacción autoinmune y la regulación de la respuesta inmune gastrointestinal podrían estar ligadas a la patogénesis de la enfermedad. Es probable que el sistema inmunitario a nivel gastrointestinal desempeñe un papel fundamental ya que desde el punto de vista inmunológico el intestino y el páncreas parece que están unidos, así como anatómicamente y están influenciados por factores relacionados con la dieta.
La obesidad afecta entre 1/3 y 1/4 de perros y también está relacionada con un incremento del riesgo de pancreatitis. Otros factores como alimentos con alto contenido en grasas, están implicados como agente causantes en los perros con pancreatitis asociada a la obesidad y posiblemente, desempeña un papel en el desarrollo de la inflamación del páncreas en perros diabéticos.
En las perras gestantes, entre los 30-35 de gestación, las perras sanas presentan una mayor sensibilidad a la insulina que se agrava en la última etapa de la gestación.
La progesterona estimula las glándulas mamarias para que produzcan hormonas de crecimiento, que es un potente inductor de la resistencia a la insulina. La influencia periódica de la resistencia a la insulina asociada al diestro puede contribuir al mayor riesgo de desarrollar diabetes que presentan las hembras en relación a los machos.
En perros se presenta principalmente en adultos de 7-10 años, con mayor incidencia en las hembras. Las razas más predispuestas son;
Los Pincher miniatura, Caniche, Teckel, Schnauzer enano, Beagle.
Y entre las poco predispuestas estarían:
Boxer, Collie y Pequinés.
En cuanto a los síntomas, son bastante claros.
En la Diebetes Miellitus el páncreas no produce, o produce muy poca insulina (DM Tipo I) o las células del cuerpo no responden normalmente a la insulina que se produce (DM Tipo II).
Esto evita o dificulta la entrada de glucosa en la célula, aumentando sus niveles en la sangre (hiperglucemia). La hiperglucemia crónica que se produce en la diabetes tiene un efecto tóxico que deteriora los diferentes órganos y sistemas y puede llevar al coma y la muerte.
Actualmente no hay criterios internacionalmente aceptados para la clasificación de la diabetes canina. Pero si usáramos la clasificación usada para los humanos el 50% de los perros diabéticos serían clasificados dentro del grupo de la diabetes de tipo 1. El resto, probablemente tienen otros tipos específicos de diabetes derivadas de la alteración pancreática.
Diabetes de Tipo 1. Se caracteriza por la destrucción de las células B del páncreas que lleva a una deficiencia absoluta de insulina. Se cree que hay una predisposición genética a este tipo de diabetes, pero existen varios factores ambientales que podrían actuar como factores desencadenantes de una respuesta autoinmune frente a las células B. No se ha estudiado en los perros la velocidad de progresión hacia la deficiencia absoluta de insulina, pero los factores epidemiológicos son muy parecidos a este tipo de diabetes en el hombre.
El 28% de los perros desarrollan la diabetes por un daño pancreático importante, debido probablemente a una pancreatitis crónica. El vínculo entre diabetes canina y pancreatitis merece especial atención ya que la reacción autoinmune y la regulación de la respuesta inmune gastrointestinal podrían estar ligadas a la patogénesis de la enfermedad. Es probable que el sistema inmunitario a nivel gastrointestinal desempeñe un papel fundamental ya que desde el punto de vista inmunológico el intestino y el páncreas parece que están unidos, así como anatómicamente y están influenciados por factores relacionados con la dieta.
La obesidad afecta entre 1/3 y 1/4 de perros y también está relacionada con un incremento del riesgo de pancreatitis. Otros factores como alimentos con alto contenido en grasas, están implicados como agente causantes en los perros con pancreatitis asociada a la obesidad y posiblemente, desempeña un papel en el desarrollo de la inflamación del páncreas en perros diabéticos.
En las perras gestantes, entre los 30-35 de gestación, las perras sanas presentan una mayor sensibilidad a la insulina que se agrava en la última etapa de la gestación.
La progesterona estimula las glándulas mamarias para que produzcan hormonas de crecimiento, que es un potente inductor de la resistencia a la insulina. La influencia periódica de la resistencia a la insulina asociada al diestro puede contribuir al mayor riesgo de desarrollar diabetes que presentan las hembras en relación a los machos.
En perros se presenta principalmente en adultos de 7-10 años, con mayor incidencia en las hembras. Las razas más predispuestas son;
Los Pincher miniatura, Caniche, Teckel, Schnauzer enano, Beagle.
Y entre las poco predispuestas estarían:
Boxer, Collie y Pequinés.
En cuanto a los síntomas, son bastante claros.
- Orinan mucho. (Poliuria).
- Beben más de lo normal. (Polidipsia).
- Come mucho. (Polifagia).
- Cenoturia. No hay glucosa suficiente y como energía utilizan las grasas.
- Adelgazamiento y cansancio ya que las células no tienen suficiente energía aunque coma más, movilizando las energías de reserva.
- Cataratas. Es la complicación más frecuente en el perro.
- Neuropatía diabética. Alteraciones neurológicas. Presencia de hepatomegalia (aumento del tamaño del hígado) y signos asociados a infección del tracto urinario pues el aumento de azúcar en sangre predispone a infección.
Los síntomas más graves y no compensados son la deshidratación, debilidad, vómitos, olor a acetona, hipotermia y coma.
El tratamiento con insulina, posterior al diagnóstico en un perro implica varios pasos a seguir. En primer lugar la administración de insulina es fundamental, puesto que sin ella el animal está condenado a desarreglos metabólicos que acabarían con su vida. Se han dado casos en los que los medicamentos orales han resultado eficaces pero la cantidad de casos en los que se requiere insulina por vía subcutánea los superan con creces.
La cantidad de insulina inyectada dependerá de varios factores, tales como las características particulares de la diabetes del animal de compañía, así como el peso del mismo. Cuando se tenga que inyectar la insulina, lo haremos con extremo cuidado ya que puede resentirse. Buscaremos preferiblemente la nuca para aplicar la jeringuilla de la insulina. Hay que hacer un seguimiento en las primeras administraciones para determinar la curva de glucosa de la mascota. Con este dato se determinará exactamente la cantidad de hormona que se debe suministrar y pactar unas horas concretas para ello, además de establecer los horarios de comidas. Para los dueños, huelga decir que hay que cumplir al cien por cien las estipulaciones horarias en cuanto a comidas, lo que implica mucha responsabilidad.
En cuanto a la dieta, con tres premisas fundamentales. Evitar la obesidad, baja ingesta de grasas y alto contenido en fibras, pero las cantidades dependerán según nos encontremos con un animal con sobrepeso o a perder kilos.
El equilibrio de los nutrientes es fundamental, por lo que NO se recomienda la preparación de dietas caseras en las que es complicado medir los aportes.
En los piensos se indican la composición de los mismos en un cuadro en el que se apuntan proteínas, vitaminas, calorías y restos de nutrientes que lo componen. Estos datos son realmente útiles a la hora de seguir las cantidades ordenadas por el médico para el control de este trastorno hormonal. Todo esto se debe completar con la realización de ejercicio regular.
Una excepción serían los perros de caza a los que habría que reducir la dosis de insulina en los días en los que hagan mayor esfuerzo.
Los perros diabéticos que siguen un tratamiento tienen similares expectativas de supervivencia que los perros no diabéticos de la misma edad y sexo, aunque el riesgo de fallecimiento es más elevado durante los seis primeros meses del tratamiento. La mayoría de los perros diabéticos son perros mayores o de mediana edad, por lo que son más propensos a sufrir las enfermedades que normalmente afectan a los grupos de edad.
Cuando la diabetes coincida con otra patología las necesidades nutricionales ligadas a la misma serán prioritarias si el perro está siendo tratado con insulina. Si la enfermedad concomitante produce una pérdida de apetito temporal, generalmente se recomienda administrar la mitad de la dosis normal de insulina para disminuir el riesgo de hipoglucemia. Una hipoglucemia grave producida por una sobredosis de insulina puede causar daños irreversibles en el cerebro e incluso la muerte por lo que evitarlo será unos de los objetivos más importantes.
Por lo tanto la alimentación juega un papel fundamental para que eso no ocurra. Si se derrama un poco de insulina durante el pinchazo nunca debemos de rellenar la jeringuilla, aunque el perro parezca que no ha recibido una dosis suficiente.
Si dudáis de si ya lo habéis pinchado, la opción más segura es no pincharlo de nuevo, pues las consecuencias de saltarse una dosis de insulina son insignificantes. Si aparecen signos de hipoglucemia debemos darle de comer. Si el perro no quiere o no puede debemos darle jarabe concentrado en glucosa como los comercializados para personas diabéticas. Una vez que ser recupere, se le debe dar de comer lo antes posible y hablar con el veterinario antes de la siguiente inyección de insulina.
Un estudio demostró que el 94% de los perros diabéticos son tratados con éxito administrándoles dos dosis de insulina al día. Cuando los perros diabéticos recibían insulina una vez al día los episodios de hipoglucemia eran más frecuentes.
Después de que su perro esté estabilizado y se haya determinado el nivel de insulina que le corresponde, el veterinario dará las instrucciones de como cuidar del perro en casa. Generalmente el cuidado estará relacionado con las inyecciones diarias de insulina y la monitorización de la glucosa en orina.
Tu veterinario te aconsejará sobre el nivel apropiado de ejercicio y el control de la dieta.
Es importante determinar el nivel de ejercicio para dosificar el aporte calórico diario, que debe ser dirigido por el veterinario. El resultado de la dieta para tratamientos largos suele ser bueno, pero requiere un cuidado y control riguroso del animal. Con la adecuada dieta y terapia insulínica, tu perro puede tener una vida confortable y duradera.
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